viernes, 27 de abril de 2018

EL PECADO MORTAL, SUS CONSECUENCIAS Y REMEDIOS




Para salvarnos, debemos rechazar con valentía el pecado y remover los obstáculos que acumulan a nuestro paso los enemigos de nuestra alma; vivir en la gracia santificante, cumplir los divinos mandamientos y rezar cada día.
Después del pecado original, para conseguir la salvación eterna, tenemos que luchar enérgicamente contra el pecado – que es el enemigo número uno y, en cierto sentido, el único que tenemos enfrente. Tenemos que luchar también contra el mundo, demonio y carne, que no cesan de acumular obstáculos en nuestro camino como amigos y aliados del pecado. Si el mundo, es decir, los hombres que viven sin tener cuenta de la Ley de Dios, el demonio y la carne son tan peligrosos y temibles, es únicamente porque vienen del pecado y conducen a él.
Nunca nos pondremos suficientemente en guardia contra este mortal enemigo de nuestra alma, por que por un solo pecado mortal, podemos perdernos eternamente. Tener un pecado mortal es mil veces peor que tener el SIDA, cáncer y lepra juntos.
Examinemos un poco lo que es el pecado mortal, cual es su malicia, cuáles son los daños que nos hace, qué armas y remedios tenemos para luchar y triunfar de él.

¿Qué es el pecado mortal?
El pecado mortal es una trasgresión voluntaria de la Ley de Dios en materia grave. Es una rebeldía contra Dios.
Dios tiene su Ley. En su infinita sabiduría ha sabido resumirla en los diez mandamientos. La Iglesia, con Divina autoridad ha añadido algunos otros, con el fin de hacernos cumplir con mayor facilidad y perfección los divinos preceptos.
Cuando el hombre, dándose perfecta cuenta de que lo que va hacer está gravemente prohibido por la ley de Dios o de la Iglesia, quiere hacerlo a pesar de todo, comete un pecado mortal que pone completamente de espaldas a Dios y le vincula a las cosas creadas, en las que coloca su último fin renunciando a la salvación eterna.

Para que un pecado sea mortal hay tres condiciones:
1) Advertencia perfecta por parte del entendimiento,
2) Consentimiento perfecto, o plena aceptación por parte de la voluntad.
3) Materia grave prohibida por Dios.

Los efectos inmediatos del pecado son:
1) Aversión a Dios del que se separa voluntariamente al despreciar sus mandamientos, y es lo que constituye lo formal o el alma del pecado;
2) Conversión a las cosas creadas mediante su goce ilícito, que constituye lo material o el cuerpo del pecado.
3) He aquí unos ejemplos de pecado mortal que conducen al infierno. San Pablo nos advierte: “Fornicación y cualquiera impureza o avaricia, ni siquiera se nombre entre vosotros, como conviene a santos, ni torpeza, ni vana palabra, ni bufonerías…Porque tened bien entendido que ningún fornicario, impuro avaro que es lo mismo que idólatra tiene parte en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con vanas palabras, pues por estas cosas descarga la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia. No os hagáis pues copartícipes de ellos” (Efesios 5, 3-7). Lo que dicen o hacen los pecadores no vale nada. NO debemos participar de sus locuras o aprobarlas.

Dios mismo nos advierte hablando de pecado graves: “NO os hagáis ilusiones. Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los maldicientes, in los que viven de rapiña, heredaran el reino de Dios”. (I Corintios. 6,9-11).

La malicia del pecado mortal
Ninguna inteligencia creada o creable podrá jamás darse cuenta perfecta del espantoso desorden que encierra el pecado mortal. Rechazar a Dios a sabiendas y escoger en su lugar a una vilísima criatura en la que se coloca la suprema felicidad y último fin envuelve un desorden tan monstruos e incomprensible, que sólo la locura y atolondramiento del pecador puede alguna manera explicarlo. El ejemplo de la pobre pastorcita de la que el rey se prendo y la desposó consigo, haciendo la reina, y que de pronto abandona el palacio real y se marcha en plan de adulterio con un miserable seductor, no ofrece sino un pálido reflejo de la increíble monstruosidad del pecado.
El mismo Dios, infinitamente bueno y misericordioso, que tiene entrañas de padre para todas su criatura s y que nos ha dicho en la sagrada Escritura (Ezequiel 33,11) , sabemos que por un solo que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, sabemos que por un solo pecado mortal:

a) Convirtió a millones de ángeles en horribles demonios para toda la eternidad.
b) Arrojó a nuestros primeros padres del paraíso terrenal, condenándoles a ellos y a todos sus descendientes al dolor y ala muerte corporal y ala posibilidad de condenarse eternamente aun después de la redención realizada por Cristo.
c) Exigió la muerte en la cruz de su Hijo muy amado, en el cual tiene puestas todas sus complacencias para redimir al hombre culpable (San Mateo 17,5).
d) Mantendrá por toda la eternidad los terribles tormentos del infierno en castigo del pecador obstinado.
e) Todo esto son datos de fe católica: es hereje quien los niegue. ¿Qué otra cosa podrá darnos una idea de la espantosa gravedad del pecado mortal cometido de una manera perfectamente voluntaria y a sabiendas?

Los efectos del Pecado mortal .
No hay catástrofe ni calamidad pública o privada que pueda comparase con la ruina que ocasiona en el alma un solo pecado mortal. Es la única desgracia que merece propiamente el nombre de tal, y es de tal magnitud, que no debería cometerse jamás, aunque con él se pudiera evitar una terrible guerra internacional que amenace destruir a la humanidad entera, o liberar a todas las almas del infierno y del purgatorio.
Sabido es que, según la doctrina católica – que no puede ser mas lógica y razonable para cualquiera que, teniendo fe, tenga además sentido común -, el bien sobrenatural de un solo individuo está por encima y vale infinitamente más que el bien natural de la creación universal entera, ya que pertenece a un orden ínfinitamente superior: el de la gracia y la gloria.
Así como sería una locura que un hombre se entregase a la muerte para salvar la vida a todas las hormigas del mundo – vale más un solo hombre sacrificase su bien eterno, sobrenatural, por salvar el bien temporal y meramente humano de la humanidad entera: no hay proporción alguna entre uno y otro. 
El hombre tiene obligación de conservar su vida sobrenatural, de vivir en la gracia a toda costa, aunque se hunda el mundo entero.

He aquí los principales efectos que causa el alma un solo pecado mortal voluntariamente cometido:
1) Pérdida de la gracia santificante que hacía el alma pura, santa e hija adoptiva de Dios heredera de la Vida eterna. Sin la gracia santificante nadie puede salvarse.
2) Pérdida de las virtudes infusas (caridad, prudencia, justicia, fortaleza, templanza) y de los dones del Espíritu Santo, que constituyen un tesoro divino, infinitamente superior a todas las riquezas materiales de la creación entera.
3) Pérdida de la presencia amorosa de la Santísima Trinidad en el alma, que se convierte en morada y templo de Satanás.
4) Pérdida de todos los méritos adquiridos (mediante las buenas obras) en toda su vida pasada, por larga y santa que fuera.
5) Feísima mancha en el alma, que la deja tenebrosa y horrible a los ojos de Dios. “El pecado, dice San Juan Crisóstomo, deja el alma tan leprosa y manchada que mil fuentes de agua no son capaces de lavarla”.
6) Esclavitud de Satanás. El que está en el pecado mortal es esclavo de Satanás “que es príncipe de los pecadores”, dice San Agustín.
7) Aumento de las malas inclinaciones. El pecador esta debilitado y no puede fácilmente resistir contra el mal, le cuesta mucho trabajo hacer el bien.
8) Remordimiento e inquietud de conciencia, el que está en pecado mortal no tiene tranquilidad y paz en su alma ni en su familia, ni en su trabajo.
9) Reato, es decir merecimiento de pena eterna. El pecado mortal es el infierno en potencia, es decir, el que está en pecado mortal puede en cualquier momento caer en el infierno para siempre.
Como se ve, el pecado mortal es como un derrumbamiento instantáneo de nuestra vida sobrenatural, un verdadero suicidio del alma a la vida de la gracia Y pensar que tantos y tantos pecadores lo cometen con increíble facilidad y ligereza , no para evitarle al mundo una catástrofe lo que sería ya gran locura-, sino por un instante de placer bestial, por unos miserables pesos que tendrán que dejar en este mundo, por un odio y rencor al que no quiere renunciar y otras mil bagatelas y niñerías por el estilo!
Realmente tenía razón San Alfonso de Liborio cuando decía que el mundo le parecía un inmenso manicomio en el que los pobres pecadores habían perdido por completo el juicio. Y, con razón también, la piadosísima reina Blanca de Castilla le decía a su hijo San Luis, futuro rey de Francia: “Hijo mío, preferiría verte muerto que cometer un solo pecado mortal.” Es impresionante la descripción que hace Santa Teresa del estado en que queda un alma que acaba de cometer un pecado mortal”. (A ella se lo hizo ver Nuestro Señor de una manera milagrosa); “no sería posible a ninguno pecar, aunque se pusiesen a mayores trabajos que se que se pueden pensar por huir de las ocasiones”, (Moradas primeras, c.2)

¿Cómo podemos evitar el pecado mortal?
El que quiere asegurar la salvación eterna de su alma, nada tiene que procurar con tanto empeño como evitar a toda costa la catástrofe del pecado mortal.
Sería gran temeridad e increíble ligereza seguir pecado tranquilamente confiando en realizar más tarde la conversión y vuelta definitiva a Dios. En gran peligro se podría ese pecador de frustrar esa esperaza tan vana e inmoral. La muerte puede sorprenderle en el momento menos pensado, y se expone, además, a que la justicia de Dios determine substraerle, en castigo de tan manifiesto abuso, la gracia eficaz del arrepentimiento, sin la cual le será absolutamente imposible salir de su horrible situación. Si diera cuenta el pecador del espantoso peligro a que se expone, no podría conciliar el sueño una sola noche a menos de haber perdido por completo el juicio.
He aquí, indicados nada más, algunos de los medios más eficaces para salir del pecado mortal y no volver jamás a él:
1) Asistir al santo Sacrificio de la Misa. “por que nos obtiene la gracia del arrepentimiento, nos facilita el perdón de los pecados. ¡Cuantos pecadores, asistiendo a Misa, han recibido allí la gracia del arrepentimiento y la inspiración! de hacer una buena confesión de toda su vida”! (R. Garrigou-Lagrange, el Salvador, ed. Patmos, pág. 463).
2) Confesión y comunión frecuente, con toda la frecuencia que sea menester para conservar y aumentar las fuerzas del alma contra los asaltos de la tentación. Por la salud del cuerpo tomaríamos con gusto todos los remedios y medicinas que el médico nos mandara. L salud del alma vale infinitamente más.
3) Reflexionar todos los días un ratito sobre los grandes intereses de nuestra alma y de nuestra eterna salvación. La lectura diaria meditada de la vida de los santos ayuda mucho. (Hay unos libros fundamentales: S. Francisco de Sales; Introducción a la Vida devota; S. Alfonso de Ligorio, preparación para la muerte; El gran medio de la Oración).
4) Oración de súplica pidiéndole a Dios que nos tenga de de su mano y no permita que nos extraviemos. El Padrenuestro bien rezado y vivido, ayuda mucho.
5) Huida de las ocasiones. El pecador está pedido sin eso. No hay propósito tan firme ni voluntad tan inquebrantable que no sucumba. Con facilidad ante una ocasión seductora. Es preciso renunciar si contemplaciones a los espectáculos inmorales (se comete, además, pecado de escándalo y cooperación al mal, contribuyendo con nuestro dinero a mantenerlos amistades frívolas y mundanas, conversaciones torpes, revistas o fotografías obscenas, películas, Internet, la caja de todos los vicios etc. Imposible mantenerse en pie si no se renuncia a todo eso. La felicidad inenarrable que nos espera eternamente en el cielo bien vale la pena de renunciar a esas cosas que tanto nos seducen ahora, sobre todo teniendo en cuenta que por un goce momentáneo nos llevarían a la eterna ruina.
6) Devoción entrañable a María, nuestra dulcísima Madre, abogada y refugio de pecadores. Lo ideal sería rezarle todos los días el Santo Rosario, que es la primera y más excelente de las devociones marianas y grandísima señal de predestinación para que lo rece devotamente todos los días; pero, al menos, no olvidemos nunca las tres avemarías al levantarnos, acostarnos y a experimentar la tentación, para que nos alcance la victoria.

martes, 17 de abril de 2018

DIRECTIVAS DEL GRAN MAESTRE DE LA MASONERÍA A LOS "OBISPOS CATÓLICOS" QUE HAYAN DADO SU FIRMA A ALGUNA DE LAS LOGIAS (En Argentina tenemos entendido que desde hace más de medio siglo, para llegar al "episcopado" uno de los requisitos es ser Masón)

Directivas del Gran Maestro de la masonería a los Obispos masones: puestas en práctica desde 1962 (aggiornamento del Vaticano II), reelaboradas en 1993 como proyecto progresivo para la fase final. Todos los masones infiltrados en la Iglesia católica deben acogerlas y realizarlas. (Estas directivas han sido publicadas en el libro de Don Luis Villa: “la Masonería y la Iglesia Católica”. Editorial Civiltá, 2008, pp.16-24).


1- Destronad definitivamente cada imagen de la Iglesia, comenzando por la de San Miguel Arcángel, Patrón de la Iglesia Católica, afirmando que distraen de la adoración de Cristo.
2 - Suprimid los ejercicios penitenciales de Cuaresma, como la abstinencia de carne de los viernes, así como la práctica del ayuno. Impedid los actos de mortificación, que deben ser reemplazados por actos de alegría, de felicidad y de “amor al prójimo”. Decid que los méritos de Cristo son suficientes haciendo que los esfuerzos humanos sean peligrosos, pues pueden interpretarse como falta de fe en Dios. Predicad que debemos tomar en serio la preocupación por nuestra salud estimulando el consumo de carne, especialmente la de cerdo.
3 - Encargad a los pastores protestantes reexaminar la Misa y de desconsagrarla. Sembrad dudas sobre la Presencia Real en la Eucaristía y confirmad con mayor cercanía a las tesis protestantes, que sólo se trata de pan y vino bendecidos, y en cuanto tales, debe entenderse como puro símbolo. Diseminad las más implacables dudas de protestantes liberales progresistas en los seminarios y en las escuelas. Fomentad el ecumenismo como camino hacia la amistad. Acusad de desobediencia a aquellos que continúen creyendo, tradicionalmente, en la Presencia Real.
4 - Prohibid, de hecho, haciendo creer que lo es también de derecho, la liturgia latina clásica (el llamado rito “Tridentino”), con todas sus derivaciones de adoración y cánticos, ya que transmiten un sentido de misterio y de deferencia. Presentadles como ligados a la imaginación. Los hombres dejarán de estimar a los sacerdotes personas de inelegancia y cultura superior, de respetarlos como portadores de los divinos misterios.
5 - Estimulad a las mujeres a no cubrirse la cabeza con el velo; en la iglesia, los cabellos son “sexy”. Imponed a las mujeres como lectoras, y presentad como necesidad democrática que se conviertan en sacerdotisas. Fundad movimientos para la liberación de la mujer: Impulsadlas para que entren en la iglesia con vestidos desaliñados, para que se sientan como en su casa. Esto disminuirá la importancia de la Misa.
6 - Convenced a los fieles de no recibir la Comunión de rodillas. Decid a las monjas que deben prohibir a los niños de mantener las manos juntas, antes y después de la Comunión, diciéndoles que Jesús los ama tal como son, y los quiere ver siempre cómodos. Eliminad las genuflexiones en la iglesia y el quedar de rodillas. Retirad los reclinatorios. Decid a la gente que deben testimoniar la propia fe actuando a su manera, o a lo máximo, en posición erguida.
7 - Eliminad la música sacra, en particular el órgano. Introducid la guitarra, arpa judía, tambores, pataleo (hacer ruido con los pies!) o “sagradas” risotadas en la iglesia. Esto distraerá a la gente de la oración personal y de las conversaciones con Jesús. Negad a Jesús el tiempo de llamar a los niños a la vida religiosa. Ejecutad, alrededor del Altar, danzas litúrgicas con vestimentas excitantes y, teatros y conciertos.
8 - Quitad el carácter sagrado a los cantos a la Madre de Dios y a San José. Enseñad que estas veneraciones son idolatría. Ridiculizad a los que persisten. Introducid cantos protestantes modernos. Esto dará la impresión que el protestantismo liberal-progresista es la verdadera religión, o al menos que es igual al Catolicismo.
9 - Eliminad todos los himnos: aún aquellos a Jesús que hacen pensar en la serenidad que deriva de la vida de mortificación y de penitencia por Dios, ya desde la infancia. Introducid cantos nuevos como para convencer a la gente que los precedentes eran falsos. Aseguraos que en cada Misa se cante aunque sea un canto en el cual no se mencione a Jesús y que en su lugar se hable del amor entre los hombres. La juventud se entusiasmará al sentir hablar de amor por el prójimo. Predicad el amor, la tolerancia y la unidad. Que no se mencionen a Jesús, prohibid cada anuncio de la Eucaristía.
10 - Volviendo a lo que he dicho en el punto 1, no os limitéis a sacar las imágenes de la iglesia. 
Retirad todas las reliquias de los altares y, seguidamente, los altares mismos. Sustituidlas con mesas paganas, no consagradas, que puedan ser usadas para sacrificios humanos en el curso de ceremonias satánicas. Eliminad las leyes canónicas que obligan a celebrar únicamente en altares conteniendo reliquias.
11 - Interrumpid la práctica de celebrar Misa, en dirección del tabernáculo. No admitáis ningún tabernáculo sobre altares que son usados para la celebración de la Misa. La mesa debe tener el aspecto de una mesa de cocina. Debe ser trasportable para mostrar que no es para nada sagrada, sino que debe servir para muchos usos, como por ejemplo, para conferencias. Más aún, colocad al menos una silla a tal mesa. El sacerdote debe tomar lugar para indicar que, después de la Comunión él descansa como después de haber comido. El sacerdote nunca debe hacer genuflexiones ni permanecer arrodillado. En las comidas, en efecto, uno nunca se arrodilla. La silla del cura debe estar colocada en el lugar que pertenece al tabernáculo. Estimulad a los fieles a que tengan hacia el sacerdote los sentimientos de veneración y adoración que deberían tener hacia la Eucaristía, y a que, como “buena cosa y justa”, le obedezcan como si fuese Jesús en persona. Colocad el Tabernáculo en otro lugar, fuera de la vista.
12 - Haced desaparecer los santos del calendario. Prohibid a los sacerdotes predicar sobre los santos, salvo sobre aquellos citados en la Biblia. Explicad que esto es en consideración a los protestantes que eventualmente pudieran estar presentes en la iglesia. Evitad todo aquello que pueda molestar a los mismos.
13 – En la lectura del Evangelio omitir la palabra “Santo”. Por ejemplo: en vez de “Evangelio según San Juan”, decid “Evangelio según Juan”. Esto inducirá a no venerarlo más. Escribid continuamente nuevas traducciones de la Biblia, que no serán peores de las usadas por los protestantes. Omitid el adjetivo “SANTO” en la expresión “Espíritu Santo”. Esto abrirá el camino. Evidenciad la naturaleza “femenina” de Dios”, como una madre llena de ternura. Eliminad el uso del término “Padre”.
14 - Haced desaparecer todos los devocionarios y libros de piedad personales y destruidlos. En consecuencia desaparecerán también las letanías del Sagrado Corazón, las de la Madona, las de San José y las preparaciones a la Comunión, así como el agradecimiento de la post comunión.
15. Haced desaparecer también las imágenes de los ángeles. ¿Por qué tener en nuestro camino las representaciones de nuestros enemigos? Para las buenas noches contad mitos o historietas.
16. Suprimid el exorcismo menor para expulsar los demonios. Empeñaros en esto, afirmando que los diablos no existen, explicad que son sólo un artificio literario para definir el mal, visto que, sin un adversario, las historias no son interesantes. En consecuencia la gente dejará de creer en el infierno, o deducirá que no podrán caer nunca en él. Finalmente, si se les repite que más que nada consiste en la lejanía de Dios, pensarán, que si existe, la vida allí debe ser parecida a la de la tierra.
17. Enseñad que Jesús era solamente hombre, que tenía hermanos y hermanas y que odiaba a los potentados. Explicad que amaba la compañía de las prostitutas y que no sabía qué hacer de las iglesias y sinagogas. Decid que en su vida equivocada, invitó a desobedecer al clero. Definidlo a menudo como un “Gran Maestro”. En el discurso no consideréis la victoria sobre la cruz, por el contrario, presentadla como un fracaso. 
18. Recordad que podéis inducir a las religiosas a traicionar su vocación estimulando su vanidad con el halago de su atractivo y belleza, lo que naturalmente las llevará a cambiar sus hábitos arrojando los rosarios. Revelad al mundo que en sus conventos hay conflictos y disidencias. Esto disminuirá las vocaciones. Decidles que no serán aceptadas si no renuncian a los hábitos. Entre los fieles, desacreditad las vestimentas eclesiásticas.
19. Quemad todos los catecismos. Decid a los catequistas que enseñen que el mejor modo de amar a Dios es amarlo en sus criaturas. Amarlo abiertamente es testimonio de madurez. Haced que el término “sexo” se vuelva una palabra de uso diario y corriente en las clases y en los cursos de religión. Haced del sexo una nueva religión. Introducid en las lecciones de religión imágenes sexuales, crudas y explícitas, con el fin de enseñar a los pequeños la realidad. Estimulad a las escuelas para que estén siempre atentas en todo lo relativo a la educación sexual. Introducid tal materia sirviéndoos de vuestra autoridad episcopal. Así los padres no se opondrán y los pocos que lo hagan pasarán por excéntricos y/o rebeldes.
20. Sofocad las escuelas católicas, impidiendo las vocaciones religiosas femeninas. Decid a las Religiosas que son trabajadoras sociales mal pagadas y que la Iglesia está en camino de eliminarlas. Insistid en que los educadores laicos de escuelas católicas deben recibir los mismos sueldos que los de las escuelas públicas. Emplead maestros no católicos y/o en pecado mortal público. Los sacerdotes deben recibir igual remuneración que la que reciben el resto de los profesores. Todos los sacerdotes deben abandonar las sotanas, de manera a ser aceptados por todos. Ridiculizad a aquellos que las sigan usando.
21- Aniquilad el papado destruyendo su Universidad. Desvinculadla del Vaticano, diciendo que de esta manera podrá ser subsidiada por el gobierno. Para promover el ecumenismo, sustituid los nombres religiosos de los institutos por nombres profanos. Por ejemplo, en vez de Escuela “Inmaculada Concepción” decid: “Nueva Escuela Superior”. Cread en todas las diócesis, órganos de ecumenismo y aseguraos de que estén controlados por protestantes. Anunciad que la autoridad competente la constituyen los Obispos locales, y explicad a la gente que las enseñanzas papales son sólo temas de conversación, que lo que cuenta en realidad, es el magisterio de las conferencias episcopales.
22 – Combatid la autoridad papal, poniendo límites de edad a su ejercicio. Reducidla poco a poco, explicando que se trata de preservarlo del exceso de trabajo.
23 – Sed audaces. Debilitad el papado, reforzando cada vez más las Conferencias Episcopales e introduciendo Sínodos permanentes. Tomad como modelo de referencia la situación inglesa, donde el monarca reina pero no gobierna, y hasta obedecen a las Cámaras. Seguidamente, reproducid la misma situación a nivel de las diócesis y de las parroquias. De este modo, se originará tal confusión y un tal odio que los cardenales abandonarán la iglesia enseguida; y la iglesia, entonces, será democrática. Surgirá la “Iglesia Nueva”.
24 – Reducid las vocaciones sacerdotales. Haced que los laicos pierdan todo temor reverencial por esto. El escándalo público de un sacerdote desbaratará innumerables vocaciones. Alabad públicamente a los sacerdotes que, por amor a una mujer, han sabido abandonar todo, definiéndolo como a un héroe. Honrad a los sacerdotes reducidos al estado laical, como a auténticos mártires oprimidos. Condenad como escándalo deban darse a conocer y publicarse los nombres de nuestros compañeros sacerdotes masones. Sed tolerantes con la homosexualidad del clero. Decid como burlándoos que los sacerdotes sufren de soledad.
25 – A causa de la escasez del clero, empezad a cerrar iglesias. Elogiad tal práctica como medida económica. Explicad que Dios escucha los rezos en todas partes. La gente recriminará a las iglesias por extravagantes despilfarros de dinero. Cerrad, antes que nada, aquellas en las que se practica la piedad tradicional.
26 – Utilisad Comisiones de laicos y sacerdotes débiles en la fe para hacer condenar cada aparición de María y cada aparente milagro. Servíos de nuestros colegas, hábiles en las artes ocultas o en estafar, para organizar falsos milagros. Señalad a todos los videntes, verdaderos o falsos, como desobedientes a la autoridad eclesiástica.
27 – Elegid un antipapa. Afirmad que él unirá a protestantes y a hebreos a la Iglesia. Si se diera derecho de voto a los obispos, podría ser elegido un antipapa. Entonces, serían electos muchos antipapas. Eventualmente, se instalará uno de compromiso.
28 – Suprimid la confesión antes de la Comunión, a los escolares del segundo y tercer año. Así, creciendo, estarán acostumbrados a no practicarla. La confesión desaparecerá. Introducid la confesión comunitaria silenciosa con la absolución en grupo. Explicad que esto se hace por la falta de sacerdotes.
29 – Haced distribuir la Comunión a mujeres y laicos. Comenzad dando la comunión en la mano como lo hacen los protestantes. Explicad que Cristo lo hacía de la misma manera. Recoged hostias onsagradas para las “misas negras” en nuestros templos. En lugar de la Comunión personal, dad copones de hostias no consagradas para llevarlas consigo a la casa. Colocad distribuidores automáticos de hostias para las comuniones. Haced que las personas en la iglesia se desplacen para cambiar signos de paz y que no hagan el signo de la cruz.
30 – LUEGO DE LA INSTALACIÓN DEL ANTIPAPA, DISOLVED LAS ASAMBLEAS EPISCOPALES DIOCESANAS Y PARROQUIALES. Prohibid que se cuestionen estas disposiciones. Acusad de desobediencia a todos aquellos que lo hagan.
31 – CONFERID AL ANTIPAPA EL MÁXIMO PODER DE ELEGIR SUS PROPIOS SUCESORES. Ordenad a todos llevar el “signo de la Bestia” (que obviamente, no llamaréis así), bajo amenaza de excomunión, y de denunciarlos al “Brazo secular” tan pronto como sea posible. . El signo de la Cruz no debe ser transmitido ni hecho sobre las personas. No hay que bendecir más. Hacer el signo de la cruz debe ser considerado un acto nefasto de idolatría y desobediencia.
32 – Declarad que todos los dogmas, salvo la infalibilidad papal, son de libre opinión. Proclamad que Jesucristo ha sido un revolucionario fracasado. Anunciad que el verdadero Cristo llegará pronto, y que hasta ese momento solo debe ser obedecido el Antipapa. 
33 – Ordenad a todos los súbditos del papa combatir una guerra santa contra todos los integralismos y para extender la única religión mundial. Conquistad sin piedad el mundo. Todo esto traerá a la humanidad cuanto ha anhelado ardientemente: “la edad de oro de la paz”.