Por el: Dr. Edgardo Atilio Moreno
El nacionalismo católico tiene por fin instaurar la Cristiandad en nuestra nación, y al mismo tiempo defender los intereses nacionales frente a las apetencias hegemónicas de las potencias extranjeras. Por eso en un primer sentido es una doctrina contra-revolucionaria, es decir opuesta a la modernidad laicista y anticristiana surgida de la Revolución Francesa; y es asi mismo una postura revolucionaria, es decir contraria al Régimen o Sistema que permite la dominación imperialista en nuestra patria.
En tanto doctrina contra-revolucionaria, el nacionalismo católico es esencialmente tradicionalista pues busca en las fuentes de la Tradición los valores que permitan a nuestra nación ser lo que deba ser. Cumplir su misión en lo universal. Asi lo entendieron sus mejores expositores; Alberto Ezcurra Medrano, Federico Ibarguren, Jordan Bruno Genta, etc.
Hoy, a tenor de la decadencia en que vivimos, parecería que los argentinos han perdido la voluntad de ser una nación y por lo tanto han renunciado a la búsqueda del Bien Común.
Para recuperar la grandeza argentina, que nos arrebató el Régimen instaurado después de las batallas de Caseros y Pavon, tenemos que volver a tomar conciencia de que somos una nación; y una nación en peligro de extinción, es decir tenemos que tomar las ideas del nacionalismo como única opción política para salvar a la patria.
Si bien es cierto, que no se debe dogmatizar en política, pues las diversas circunstancias llevan a una diversidad de soluciones; sin embargo existen principios de validez universal y temporal que el político (sobretodo el político católico) debe aplicar prudentemente, según el momento histórico, la cultura, las costumbres y el lugar en que le toque actuar.
De modo tal que esta relatividad de las formulaciones históricas no implica negar la permanencia de los principios como criterio de orientación. Entre esos principios vale la pena recordar aquellos que permiten la instauración de un orden social cristiano: el de confesionalidad del estado, el de la supremacía del bien común sobre los intereses personales, el principio de subsidiaridad; el de reciprocidad en los intercambios, el del salario y el precio justo etc.; y por supuesto el derecho que tiene toda comunidad nacional a ser independiente cuando una estructura supra nacional amenace o no garantice su ser nacional, su integridad territorial, o el bien común.