En Norteamérica los indios nativos que sobreviven en la actualidad, son unos pocos miles, mientras que en la América ex española o ex portuguesa, la mayoría de la población actual o bien es de origen indio o es fruto de la mezcla de precolombinos con europeos y con africanos.
La administración norteamericana registra como miembros de tribus indias aproximadamente un millón y medio de personas. Pero en realidad, esta cifra sería muy inferior; para acceder a este registro es suficiente tener una cuarta parte de sangre india.
Por el contrario, la situación en Centroamérica y Sudamérica es muy diferente. Casi el noventa por ciento de la población residente en la actualidad en los territorios hispanoamericanos, o bien desciende directamente de los antiguos habitantes o es fruto de la mezcla entre los indígenas y los nuevos pobladores.
Posiblemente esta clara diferencia conceptual , es consecuencia de planteamientos religiosos distintos. Mientras que los católicos españoles y portugueses, se casaban con total naturalidad con las indias, los protestantes calvinistas ingleses y holandeses, animados por una especie de racismo que les hacía sentir como seres superiores, no estaban predestinados a cruzar su sangre, como estirpe elegida, con indígenas locales.
Esto es, el calvinismo protestante, asume como cierta la teología de la predestinación, lo que condena al indio subdesarrollado porque está predestinado a la condenación, mientras que el blanco es desarrollado como signo de elección divina. Para los colonos protestantes, en el sentido calvinista, los indios no eran unas almas esperando recibir la fe, sino unos desgraciados pecadores.
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