Por: J.J. Rossi
Pues claro que no, siempre la Iglesia condenó estas posturas, precisamente porque nuestra civilización es Helénico-románica-católica; precisamente el pueblo elegido tuvo el "conocimiento profético" pero habiéndose encarnado Dios mismo, es decir, una de las personas de la Santísima Trinidad, El Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, fue rechazado y crucificado. El Apóstol San Juan lo resume muy bien: "vino a ellos y ellos no le reconocieron", sin dudas el pueblo judío quería un rey político y militar que pueda dominar a los demás pueblos, pero eso no ocurrió, Nuestro Señor Jesucristo no vino para lo que ellos pretendían sino que vino para redimir al hombre del Pecado Original y salvar a a las almas, para eso dejó su Iglesia. Los pueblos paganos como los griegos y los romanos, pueblos politeístas, paganos, ellos aportaron el "conocimiento mítico", corresponde al hombre al tránsito del hombre por el politeísmo. Por eso podemos decir que el politeísmo no fue un mal absoluto; sino que fue un bien en orden a recuperar aún más completa percepción de lo divino. Por eso la Iglesia siempre condenó y estableció como una herejía a lo que hoy se conoce y muchos hablan de judeocristianismo, son dos caminos bien diferenciados, uno es el mundo carnal y el otro es el mundo espiritual, dos caminos que corren paralelos y que están claramente enfrentados, uno porque rechazan la revelación, al Verbo encarnado, porque su mundo está acá en la tierra y obedecen claramente al príncipe de este mundo y el otro, la Iglesia de Cristo, cuyo fin no es este mundo, sino que es la vida sobrenatural y como lo dijera San Agustín: “el Justo no teme a la muerte, porque para el justo la muerte no es muerte, último día de trabajo; no muerte, sino camino para la vida y escalón para la inmortalidad; porque entiende después que la muerte pasó por el veneno de la vida, perdió los resabios que tenía de muerte y cobró dulzura de Vida. Pero la Iglesia luego del CVII apostató de la vera FE, entonces toma el conocimiento profético y lo establece como una verdad absoluta, se judaizó, precisamente por la infiltración judeomasónica llegando a lo más alto, apoderándose del Sillón de Pedro, entonces rechazó su misión sobrenatural, su misión salvífica, por eso reniega del sacrificio del altar y ya no existe la presencia real. Por eso son dos caminos perfectamente diferentes, el del judaísmo y el de la Iglesia de Cristo, la Santa Iglesia Católica, cuerpo místico de Nuestro Señor.
