Comida sin hablarles de Dios |
Por: P. Miguel
Un pecado muy común del apostolado moderno es el voluntarismo: aquella vieja herejía según la cual bastan nuestras obras para alcanzar la salvación. Este voluntarismo “católico” de nuestros tiempos ataca principalmente al apostolado; su interés es práctico, porque no quiere cambiar la doctrina, sino simplemente “mejorar la pastoral”.
En efecto, el voluntarista considera que el hacer es más importante que el ser. Quiere crear un “mundo nuevo”, y lo quiere hacer porque considera que este mundo es una realidad obsoleta y mala. Una especie de plan fallido. Un mundo que debe ser mejorado por el hombre –recreado, más bien– a partir de la sola acción humana y de una ética que tiene poca o ninguna relación con Dios: ecologismo, multiculturalismo, y otros “ismos” de moda. El hombre voluntarista se ensalza como un nuevo y definitivo creador, porque… ¿acaso no tiene ya unos cuantos millones de años de experiencia y evolución?
El apóstol voluntarista no cree en la gracia y los auxilios de Dios. Dice que sí cree, pero lo hace de boca para fuera, porque espacio a la tal gracia no da. En realidad, poco le importa vivir en Gracia. ¿Ya preguntaron al dirigente de turno en la parroquia cuándo fue su última confesión sacramental? Quizá Dios tenga demasiadas cosas en el cielo de qué ocuparse y no debamos molestarlo más.
El voluntarista quiere ser “cooperador” de Dios. Pero ¿qué digo? Sustituto de Dios. Por tanto, todo lo que suene a devoción, piedad, liturgia, estudio, oración, formación (la verdadera, la que forma virtudes, no la que simplemente da unos subsidios que se deben repetir como loritos) es tomado como pérdida de tiempo. Hay que formar apóstoles –dice el voluntarista–, gente comprometida, concientizada… etcétera. En realidad, lo que hará es formar autómatas repetidores de consignas para lelos, pero jamás hombres libres y dueños de sí mismos.
Por lo que sigue, un signo de ese virus voluntarista que tenemos dentro de nuestros cuadros apostólicos es la minusvaloración de la liturgia. Porque el voluntarista cree que la belleza litúrgica es un ensayo de esteticismo y piedad estéril. El voluntarista piensa que la oración y la liturgia son una pérdida de tiempo; y si no, hay que convertir la oración en momentos “dinámicos”; o sea, que no parezca oración. Y para eso, vale todo y cualquier cosa que a cualquiera se le ocurra: cualquier canto, cualquier dinámica, cualquier gesto, cualquier aplauso y ningún silencio. No sea que a Dios se le ocurra hablarnos.
Para que todo quede más claro, digámoslo de una vez: no acabamos de comprender el valor apostólico y misional de la oración, la liturgia y el estudio serio y silencioso. Todavía creemos que haremos más por los niños vistiéndonos de payasos –y haciéndonos de payasos– que abriéndoles a ellos las puertas de la liturgia y la oración para que puedan ver a Dios. Todavía creemos que hacer saltar y reír a los jóvenes es más importante que enseñarles la verdad y formarles para amar el bien.
Y mientras sobrevaloremos el hacer sobre el ser, seguiremos perdiendo almas –sabemos para quién– como sucede en el Brasil, donde el último año hubo una reducción de 9.000.000 de fieles católicos que se pasaron a las sectas protestantes. O sea, es como si todo el Paraguay se hiciera de repente miembro de alguna de esas iglesias de garage que llevan como nombre “Sai capeta” (Sal Satanás) o “Iglesia Evangélica la Serpiente de Moises”, por sólo citar algunas.
Así pues, el secreto es muy sencillo: San Pedro y los apóstoles pasaron toda la noche orando en Pentecostés, a la mañana salió Pedro a la puerta del cenáculo y predicó solamente tres minutos, convirtiendo aquella mañana a tres mil personas. Nosotros, en cambio, predicamos tres mil horas para convertir quizá a unas tres personas, y esto si es que alguien llega a convertirse, que no es lo mismo que pasarse de un grupo o movimiento a otro.
El Club de Leones y esta Monja, con el mismo "sentir"
ResponderEliminarEse mismo sentir demostró tener Bergoglio al afirmar que a el no le interesa que educación religiosa recibe un chico, sino que tenga que comer y vestir. Que yo recuerde es miembro, o al menos lo era en Buenos Aires, del Rotary Club.
ResponderEliminarEsa es una de las causas por las que todavía hay que quedarse en la iglesia, para gritarles esas verdades a los modernistas okupas cuando se da la situación, el otro día sin ir más lejos estaba en el Sagrario y unas maestras con sus alumnitos les explicaban no sé que cosas a los niños en voz alta como si estuvieran en un aula y les hacían cantar como eufóricos carismaniáticos protestontos, ahí nomás les grité varias cosillas y se me acercó una maestra con el clásico tenés que respetaaaar, que porqué no te vas a la capilla de adoración, que esto lo mandó el padre etc etc etc...le respondí esos niños son futuros protestantes porque no les dan DOCTRINA!! enseñenles como se cumplen los mandamientos y a cultivar una consciencia fina para con DIOS!!!
ResponderEliminarY encima en Balamand convinieron que la conversión de los ortodoxos a la iglesia catolica es ecclesiología ¨¡¡¡OBSOLETA!!!
ResponderEliminar.....bueno en cierta forma si se convierten a la secta modernista es en todo caso una conversión estéril.